¿Son seguros los transgénicos? Lee lo que dice el New York Times

Piña rosada

Parece que la naturaleza humana es resistir el cambio y temer a lo desconocido. Por lo tanto, no es de extrañar que la ingeniería genética de los alimentos y los cultivos transgénicos sean condenados como “Frankenfoods” por muchos consumidores, que parecen aterrorizados de comer una manzana que no se vuelve café cuando se parte en rodajas o una piña rosada genéticamente modificada enriquecida con el antioxidante.

Recorre los pasillos de las tiendas de cualquier supermercado y encontrarás productos etiquetados “Sin OGM”. Es mucho más difícil detectar la letra pequeña de muchos otros alimentos que dicen “parcialmente producido con ingeniería genética”, resultado de una ley federal estadounidense de 2016 en donde es obligatorio el etiquetado de todos los productos alimenticios que contienen ingredientes genéticamente modificados.

El requisito de etiquetado surgió en respuesta a la presión pública y una serie confusa de reglas estatales. Si bien respaldó el derecho del público a conocer y etiquetar honestamente todos los productos, es muy engañoso. Los agricultores y científicos agrícolas han estado mejorando genéticamente los alimentos que consumimos durante siglos a través del mejoramiento genético, en este sentido, es difícil encontrar un producto en el mercado que no haya pasado por este proceso.

En cuanto su seguridad, en las décadas transcurridas desde que los primeros alimentos genéticamente modificados llegaron al mercado, no se han encontrado efectos adversos para la salud entre los consumidores. Los temores de OGM todavía son teóricos, como la posibilidad de que la inserción de uno o unos pocos genes pueda tener un impacto negativo en otros genes deseables presentes de forma natural en el cultivo. Entre las preocupaciones comúnmente expresadas, una vez más, ninguna de las cuales se ha demostrado claramente, son cambios no deseados en el contenido nutricional, la creación de alérgenos y los efectos tóxicos en los órganos del cuerpo.

Según una entrevista en Scientific American con Robert Goldberg, biólogo molecular de plantas de la Universidad de California en Los Ángeles, esos temores aún no han desaparecido a pesar que “cientos de millones de experimentos genéticos que involucran a todo tipo de organismos en la tierra y personas que comen miles de millones de estos alimentos sin problema”.

Mientras tanto, se han establecido una serie de beneficios impresionantes. Por ejemplo, un análisis de 76 estudios publicados en febrero en Scientific Reports por investigadores en Pisa, Italia, encontró que el maíz modificado genéticamente tiene un rendimiento significativamente más alto que las variedades no genéticamente modificadas y contiene cantidades menores de toxinas comúnmente producidas por hongos.

Al diseñar la resistencia al daño por insectos, los agricultores han podido utilizar menos plaguicidas a la vez que aumentan los rendimientos, lo que mejora la seguridad de los agricultores y el medio ambiente, al tiempo que reduce el costo de los alimentos y aumenta su disponibilidad. Se dice que los rendimientos de maíz, algodón y soya han aumentado en un 20 por ciento a 30 por ciento mediante el uso de la ingeniería genética.

En Estados Unidos los alimentos derivados de los cultivos genéticamente modificados para animales de consumo humano no han evidenciado ningún daño. De hecho, la salud animal y la eficiencia del crecimiento mejoraron con la alimentación de estos productos, según el reporte del Journal of Animal Science, 2014.

Existe una urgencia en la adopción más amplia de la ingeniería genética, en países en desarrollo, como en  África y en los países asiáticos. Los cultivos deben aumentar, resistir y adaptarse al cambio climático, las temperaturas extremas y la problemática económica de estas regiones.

Nos angustia la resistencia al arroz dorado, un producto GM con más vitamina A, que podrían prevenir la ceguera irreversible y más de un millón de muertes al año. Los científicos están enfocados cada vez más en generar beneficios en la salud por medio de la ingeniería genética. Por ejemplo, el desarrollo de piñas rosadas que contienen el antioxidante licopeno (anticancerígeno) o tomates púrpura rico en antioxidantes de los arándanos.

Es probable que las personas de los países en desarrollo que enfrentan hambre y desnutrición se beneficien de los intentos de mejorar el contenido proteínico de los cultivos alimentarios, así como la cantidad de vitaminas y minerales que proporcionan. Además de los desarrollos en beneficio del mejoramiento en la salud humana, la ingeniería genética también se enfoca en la producción de semillas genéticamente modificadas como la soya, maíz, canola, alfalfa, algodón y sorgo resistentes a un herbicida ampliamente utilizado, el glifosato.

En conclusión, los consumidores preocupados por el uso creciente de OGM en los alimentos podrían considerar un enfoque más matizado que la oposición general. En lugar de un rechazo total, se debe tomar un tiempo para aprender cómo funciona la ingeniería genética y los beneficios que puede ofrecer ahora y en el futuro a medida que el cambio climático afecta cada vez más los suministros de alimentos.

Autoría exclusiva de nytimes.com

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